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Me llamo Mar y tengo 45 años, y mi historia podría ser la de cualquier otra mujer, la de miles de mujeres que tienen que enfrentarse al terrible proceso del cáncer de mama y que hará que ni ellas, ni sus vidas vuelvan a ser ya como antes.
A mí el cáncer me hizo descubrir la bici, y la bici me cambió la vida.
La primera vez fue con 36 años; la enfermedad hizo reencontrarme con el deporte.
Me habían regalado hacía poco una bici de montaña, y la bici me ayudó a pasar los momentos de rabia y de impotencia, poco a poco hizo cambiar mi vida en positivo, a la vez que me ayudó a recuperarme y ponerme en forma.
Fue un tumor localizado y pasé por cirugía y radioterapia. Hice un cambio de estilo de vida, donde el deporte pasó a tener un papel destacado. Desde entonces la bici se ha convertido en mi inseparable compañera. Rutas, vacaciones, marchas y carreras populares; cada vez más y retos más difíciles. Así fue como empecé a cogerle el gusto a pedalear.
Pero la carrera más titánica ha sido sin duda la recidiva.
Mi buen estado físico me hizo entrar con mucha fuerza, pero las etapas y el equipo contrario, han sido un competidor chungo, experto en malas jugadas, de aquellos que si pueden te avanzan por la derecha y encima te dan con el codo y te hacen caer.
Y lo he tenido que aprender a aceptar todo y tomar decisiones duras.
Decido hacerme una mastectomía bilateral, una de ellas preventiva, con reconstrucción plástica. Aquí se tenía que ir a por todas, y yo acompañada del equipo médico, lo hicimos. El mejor equipo.
Tres intervenciones y el durísimo tratamiento de la quimioterapia.
Dos años de superar etapas, sin tregua, sin descanso…..tres intervenciones y una larga quimioterapia de seis meses; en total ocho sesiones interminables que yo me tomé como si fueran carreras de resistencia. En medio me recuperaba, me volvía a entrenar para ponerme fuerte y a prepararme para la siguiente. No dejé de ir en bici durante todo el proceso, (aunque cuando estás en un tratamiento como este te desaconsejan la actividad física). La bici de carretera, en la que era más novatilla, me ayudaba a recuperarme físicamente y psicológicamente, pero también me hacía normalizar la situación, me hacía sentir menos enferma y los médicos se sorprendían de los resultados de los análisis y de mis defensas.
La bici me ha hecho aguantar, me ha hecho mantener y recuperar en muchos momentos la motivación, las ganas de salir adelante y la fuerza. La recuperación, gracias a esto, también ha sido espectacular.
Dos días antes de entrar en este segundo proceso iba a hacer La Maratón de los Monegros. Después de un año justo y trayendo dos intervenciones y la quimio me volvía a presentar, acabando la prueba y obteniendo el premio al Afán de Superación. El mismo año volvía a hacer la Selenika, y diferentes rutas por los Pirineos, en btt y en bici de carretera.
Ahora continúo con el proceso de reconstrucción plástica. Las intervenciones quirúrgicas no se han acabado. Continúo dándole a los pedales, me paro por la convalecencia, y vuelvo a entrenar y pedalear para recuperarme y seguir. Seguir, seguir, seguir haciendo kilómetros; avanzando.
Y todo esto lo hago conviviendo con el tratamiento hormonal a que todas las pacientes se tienen que someter; una quimio oral que evidentemente tiene sus efectos colaterales y que puede mermar las capacidades físicas de todas aquellas mujeres que lo hemos padecido. Y sigo pedaleando.
Hace poco más de dos años un buen amigo, que además resulta ser mi cirujano, me propuso ir a hacer la Titan con él; la recaída lo hizo abortar. Mi reto es lograr la Titan Desert 2015 y poder demostrar que a pese a los tratamientos y sus secuelas te puedes marcar grandes hitos y que mediante el deporte y el ejercicio físico se pueden pasar mucho mejor los tratamientos y procesos oncológicos. Una práctica del deporte que debería estar contemplada desde los mismos centros hospitalarios, durante, después de la enfermedad y mientras se toman los medicamentos coadyuvantes, que suelen ser para periodos largos, incluso años, y que suelen tener efectos secundarios que inciden en la vida cotidiana de las personas que los toman. El deporte, y en mi caso la bici, ha minimizado estos efectos, pudiendo llevar a cabo una vida plenamente normalizada, volviendo a recuperar y incluso mejorar, mi físico. Para ello he contado con la ayuda inestimable de amigos y compañeros de la bici; aficionados y menos aficionados, que me han ayudado en todo momento. Y especialmente al Dr. Joan Vives del Centro Blume, por su amabilidad en todo el seguimiento deportivo y por prestarme la ayuda que necesitaba para volver a los entrenos y mi estado físico.
La ausencia nos hace valorar lo que tenemos y nos hace sacar lo máximo de nosotros.
Gracias a la bici he podido superar la prueba más exigente que nunca me ha puesto la vida delante; el cáncer, y ahora la vida, mi nueva vida, me da una nueva oportunidad para emprender nuevamente La Titan, mi reto!